En nuestro caminar por el sureste turco nos apeteció subir al Nemrut Dağ, una montaña de más de 2100m, donde se encuentra en la cumbre un conjunto monumental declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En nuestra lista de patrimonios inaccesibles viene, después de Nea Moni (isla de Quios) en bicicleta, el monte Nemrut a pie.
En esta entrada no os vamos a contar la historia de las magníficas estatuas que se encuentran en la cima, sino nuestra agonía para llegar a verlas.
Decidimos acampar cerca de Karadut, un pueblo supuestamente a 15km de la entrada al parque nacional, y pasar allí dos días descansando antes de afrontar el ascenso. En esos días dormimos, nos bañamos en el río, vimos tortugas de tierra y comimos en casa de un pastor kurdo encantador.
Al tercer día no resucitamos, pero nos levantamos de buena mañana para emprender la marcha. Un pequeño detalle: no llevábamos comida, aunque sí bastante agua.
Empezamos a subir, y tras la primera media hora, que siempre jode, nos acostumbramos y nos fuimos motivando. Las vistas eran preciosas, pero a medida que subíamos no encontrábamos los sitios para comer que venían en la guía, esa pequeña traidora.
Cuando ya llevábamos más de 12km, paramos a tomar un refresco cerca de la entrada al parque nacional, creyendo que estábamos cerca (supuestamente a 6km). Muy satisfechxs con el timing, decidimos darnos prisa para llegar arriba a la hora de comer. Las ganas.
La vegetación desapareció y solo nos quedó la nieve de compañera. Cuando por fin divisamos la cima, estaba lejísimos; se nos cayó el mundo encima, parecía que no íbamos a comer nunca. Pero no nos quedaba otra, así que seguimos subiendo.
Ese piquito del fondo... pues allí íbamos. Ahí ya llevábamos 15km. |
No tenemos palabras para contar nuestro cansancio y desesperación al ver con qué lentitud avanzábamos. Pero bueno, no vamos a escribir cien páginas, así que resumiremos con un: 7 horas después de salir, llegamos.
El piquito de la derecha, nuestra meta, más cerca. |
Como un oasis, había a 500m de la cima una cafetería con algo de comida caliente. Comimos como si no hubiera mañana, tanto que a Andrea le sentó mal, mancillando con su vómito en altura el Patrimonio de la Humanidad. Eso sí, con muy bonitas vistas.
¡Hemos llegado! |
Lo que había que ver, estatuas monumentales. |
Valió la pena.
Para bajar, un predicador musulmán que vendía coches de segunda mano y se jactaba de hablar árabe aunque en realidad no tenía ni idea, nos llevó hasta la carretera cercana a nuestro campamento base. Menuda matada de día.
Una de las cabezas. |
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