En Malasia y Singapur las cosas son más caras que en el
resto del sudeste asiático, y para no pasarnos de nuestro presupuesto nos
quedamos a dormir en dormitorios.
Gracias a las restricciones presupuestarias tuvimos la oportunidad de
conocer a mucha y muy variada gente.
En Kuala Lumpur encontramos un hostal con camas a 3€ en
habitaciones de ocho personas, con aire acondicionado de 9pm a 9am, wifi, y en
plena Chinatown. Allí conocimos a un Premio Nobel de la Vida, que lo sabía todo
y más. Mientras discutía con nosotrxs sobre cultura islámica lo consultaba en
Wikipedia, una joya de persona. Seguro que es el que escribe la Lonely Planet.
También compartimos habitación con un australiano muy especial. Es una pena que
no recordemos su nombre, porque este buen samaritano nos dio una gran alegría:
le curó el pie a Andrea limpiándoselo de malas energías. Suena muy místico, y
cuando lo hizo no nos lo creímos mucho, pero un mes después Andrea sigue sin
dolores.
En Melaka nuestra anfitriona era una mujer adorable que tenía
las habitaciones en la planta de arriba de su casa. A pesar de su amabilidad y
carácter amistoso, lxs compañerxs de habitación no tenían nada que ver. Nuestra
primera impresión no fue demasiado acogedora: un chino en calzoncillos estaba
tirado en su cama con un taburete al lado. En el taburete había un cuchillo
enorme, un bol lleno de agua y un reloj de pulsera. El resto de gente no dijo
más que hola. Además, la segunda noche nuestrxs compañerxs nos abandonaron y nos
quedamos solxs con el chino del cuchillo. Durante la noche no quería que le
molestaran, y se cubría todo el cuerpo con la sábana; parecía una momia.
En el abergue de Melaka. |
Singapur fue la última ciudad en la que compartimos
habitación. Por 8€ la cama (un chollo en este país) teníamos desayuno, aire
acondicionado 24 horas, sillón de masajes gratis, y una sala de estar muy
agradable. El problema fue la señora china de nuestro cuarto. Nos tumbamos en
la litera de abajo para consultar la guía y planear el día siguiente, pero esto
le pareció indecente a nuestra compañera. Para garantizar el orden en la sala,
la mujer apuntó su lámpara de cabecera hacia nuestras caras. Le pedimos que la
quitara pero se negaba mientras estuviéramos tumbadxs en la misma cama. Su
argumento: esto no es un “love hotel”. Todavía no lo hemos entendido.
Y esta es la historia de cómo hemos compartido habitaciones
durante una semana en Malasia y Singapur.
In Malaysia
and Singapore things are more expensive than in the rest of South East Asia,
and in order to not spend more than our Budget we had to sleep in dorms. Thanks
to the budget restrictions we had the chance to meet lots and different people.
In Kuala
Lumpur we found a hostel with beds for 3€ in rooms for eight people, with air
con from 9pm to 9am, wifi, and in the heart of Chinatown. There we met a Nobel
Laureate of Life, that knew everything and more. While he discussed with us
about Islamic culture he was looking up Wikipedia, an invaluable person. He
sure writes the Lonely Planet. We also shared the room with a very special
Australian guy. It’s a pity we don’t remember his name, but this good Samaritan
brought us a big joy: he healed Andrea’s foot cleansing it from bad energies.
It sounds very mystic, and when he did it we didn’t have much faith, but a month
later Andrea doesn’t have any pain.
In Melaka
our host was an adorable lady with the rooms above her home. Despite her
kindness and friendly character, it was a totally different thing with our
roommates. Our first impression wasn’t very welcoming: a Chinese guy in shorts
was lying down on his bed with a stool next to him. On the stool were a huge
knife, a bowl full of water and his watch. The rest of the people didn’t say
anything but hello. Moreover, the second night we were abandoned by our roommates
and left alone with the weird guy. During the night he didn’t want to be
disturbed and covered his entire body with the blanket looking like a mummy.
Singapore
was the last city where we shared a room. For 8€ the bed (a great deal in this
country) we had breakfast, air con 24/7, free massage sofa, and a very pleasant
living room. The problem was the Chinese lady in our dorm. We lied down on the
lower bed to check the guidebook to plan the next day, but that seemed improper
to our mate. To guarantee the order, the lady pointed her reading lamp at our
faces. We asked her to switch it off but she refused to do so while we were
lying on the same bed. Her argument: this is not a love hotel. We haven’t understood
it yet.
And this is
the story of how we shared rooms in Malaysia and Singapore.
No hay comentarios:
Publicar un comentario