Hablar de Singapur es difícil. Está ciudad-isla-estado es
increíble a primera vista y aterradora si se presta más atención.
Cuando llegamos Singapur nos pareció una ciudad muy moderna,
con una red de transportes muy nueva y eficiente. En el hostal que habíamos
reservado había hasta un sillón de masajes gratuito para l@s huéspedes.
En nuestro primer día cogiendo el metro para ir a Chinatown
(para variar) decidimos abrir un batido de chocolate y un bocadillo porque
teníamos hambre. De pronto todo el vagón nos estaba mirando, hasta que una
señora nos dijo que estaba prohibido comer y beber en el metro. La multa por
transgredir esta norma son 500 dólares de Singapur (unos 300 euros). Nos
quedamos con hambre y sed hasta que llegamos a nuestro destino.
Chinatown estaba más limpia de lo habitual y extremadamente
ordenada. Nos acercamos al Templo del Diente de Buda porque después de ver el
de Kandy en Sri Lanka no podíamos perdernos éste. Justo delante del templo
había un parquecito donde gente mayor jugaba a las damas mientras lxs curiosxs
se arremolinaban alrededor de las mesas. Lo que más nos gustó del templo fue el
jardín que había en el tejado.
Seguimos por Little India y nos gustó ver el contraste de
ver el antiguo templo Sri Mariamman con los rascacielos detrás. En nuestro
paseo también nos encontramos con una mezquita y una iglesia protestante. Parece
que las diferentes comunidades conviven en harmonía. El idioma oficial es el
inglés pero escriben todo en otros idiomas como el chino o el bahasa.
De camino a los Teatros de la Explanada las calles parecían
todas nuevas, había muy poco tráfico, todo estaba muy limpio, el aire era puro y
en los tejados de los rascacielos se podían ver jardines. Desde la Explanada hay
unas muy buenas vistas de todo el skyline
de la ciudad y de un edificio difícilmente descriptible que llamó especialmente
nuestra atención.
En Singapur hay muchos espacios verdes, tanto a pie de calle
como en las alturas, además de las reservas y los parques naturales de la isla.
El primer día vimos un jardín con especias y el segundo días nos fuimos a andar
a la Reserva MacRitchie.
Extremadamente bien indicada, la Reserva MacRitchie es un
oasis dentro de la ciudad. Con rutas de diferente dificultad, aunque todas
relativamente sencillas y cortas (la más larga es de doce kilómetros y da la
vuelta al parque), este rincón de jungla está poblado mayoritariamente por
macacos, ardillas y mariposas. Al ser una selva tan impenetrable es difícil ver
más animales. Sus atracciones principales son un gran lago y un puente sobre
los árboles. Anduvimos 15 kilómetros (entre ida y vuelta) para cruzarlo. Lo
único que se veía era como se movían las copas de los árboles, ni rastro de
animales. Si acaso algún pájaro despistado.
A simple vista Singapur está muy pero que muy bien. Sin
embargo, ahora queremos hablar de lo que no se dice.
Las prohibiciones rayan lo absurdo: está prohibido comer
chicle en la calle; tanto en el metro como en sus estaciones no se puede comer
ni beber ni agua; por medio kilo de marihuana te mandan a la horca (y no es una
broma). Además, los castigos corporales siguen vigentes: recientemente a un
joven suizo se le ocurrió pintar graffitis en un tren y se llevó no sé cuantos
azotes. Hay censura en la prensa, suponemos que por eso todo pinta tan bien…
Singapur da
miedo.
Talking
about Singapore is difficult. This city-island-state is impressive when you
first look at it, but terrifying if you pay more attention.
When we
arrived Singapore seemed to be a very modern city, with a new and efficient
transport network. In the hostel we had booked there was even massage sofa that
was free for all the guests.
On our
first day we took the metro to Chinatown (not to lose our habits) and we
decided to open a chocolate milkshake and a sandwich because we were hungry.
Suddenly the whole coach was staring at us, until a woman told us that it was
forbidden to eat and drink in the metro. The fine for disobeying was 500
Singapore dollars (around 300 euros). We couldn’t quench our thirst and hunger
until we arrived at our destination.
Chinatown
was cleaner than usual and extremely tidy. We walked to the Temple of Tooth of
Buddha because after seeing the one in Kandy we couldn’t miss this one. Just in
front of the temple there was a park with old people playing checkers and
plenty of curious passers-by gathered around them. The temple`s rooftop garden
was the thing that we enjoyed the most of all.
We
continued through Little India and we liked the contrast of the Sri Mariamman
Temple with the skyscrapers on the background. On our way we passed by a mosque
and a protestant church. It appears that the different communities live
together in peace. The official language is English but everything is written
in other languages such as Chinese and Bahasa.
En route to
the Esplanade Theatres all the streets seemed to be new, there was very little
traffic, everything was very clean, the air was pure and on the roofs of the
skyscrapers you could see gardens. From the Esplanade you have great views of
the city’s skyline and of hard-to-describe building that drew our attention.
In
Singapore there are lots of green areas, on the streets as well as on the top
of buildings, in addition to reservoirs and natural parks. On our first day we
saw a spice garden and on the second one we went trekking to MacRitchie’s
Reservoir.
Extremely
well indicated, MacRitchie’s Reservoir is a haven in the city. With trails of different difficulties, even if
all of them are relatively short and easy (the longest is 12km and goes around
the park), this swath of jungle is inhabited mostly by monkeys, squirrels and
butterflies. Being such a dense jungle it’s difficult to see more animals. Its
main attractions are a big lake and a tree top bridge. We walked about 15km
(going there and back) to cross it. The only thing we could see were the trees
moving, but no animals. If only a stray bird.
At the first
glance Singapore is really really good. However, now we want to talk about what
is not said.
The
prohibitions are almost nonsensical: it’s forbidden to chew chewing gum on the
streets; both in the metro and in the stations you cannot eat nor drink even
water; for half a kilo of weed you are
sent to the gallows (not kidding). Moreover, corporal punishments are still
employed: recently a young Swiss guy decided to tag a train and got lashed.
There’s press censorship, we guess that’s why everything looks just great…
Singapore
is scary.
Chicos, a qué peligros os ha podido llevar el batido de chocolate de Andrea (y el bocadillo de los dos) en Singapur... Uff, lo de compartir habitaciones en albergues me recuerda a mis tiempos de viajero años hace por Alemania sobre todo, pero en algunas ocasiones te encuentras gente curiosa y simpática (sí, aunque también eran frecuentes chinxs con otros estándares de civilización y convivencia...). Cuidaos mucho y seguid contándonos. Amarillo de envidia y de calor de los madriles en agosto
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