Después de pasar casi una semana viendo el Gunung Agung
desde nuestra casa de huéspedes, desde la playa, desde la colina por la que
paseábamos al atardecer… nos decidimos a subirlo.
El Gunung Agung visto desde Amed. |
Con la motivación extra de una apuesta que hicimos con
Michel y Sylvette, una pareja encantadora de Grenoble, nos levantamos a las
siete de la mañana (algo tarde para el montañismo pero una proeza para
nosotrxs).
En el Warung Segara, del que ya os hablaremos, nos hicimos
con provisiones: medio pollo frito con salsa de tomate y arroz. También
llevábamos tres botellas de litro y medio de agua, un forro polar, dos abrigos,
un jersey y dos pañuelos. La cima está a más de 3000 metros de altitud y
pensamos que podía hacer frío.
Con una moto alquilada nos acercamos hasta que se acabaron
la carretera y los caminos. Normalmente la gente sube el Gunung Agung por la vertiente
sur, donde la carretera llega hasta los 1500m. Sin embargo nosotrxs decidimos
subir por el este, pues el sur nos pillaba muy lejos. No fue una buena idea.
A las 9 dejamos la moto aparcada en un camino de tierra y
empezamos a andar. Pronto pasamos las últimas casas del último pueblo y los
campos cultivados. Vimos algún campesino trabajando, aunque ningún turista.
Encontramos un sendero que de repente se perdió entre zarzas
y arbustos hostiles. Hasta hay un árbol con enormes espinas en el tronco. Había
desde el principio mucha pendiente y teníamos que ayudarnos con las manos para
seguir subiendo.
Salimos del paseíllo espinoso con arañazos y pajitas enredadas
en el pelo. El sendero, que era muy estrecho, seguía subiendo abruptamente,
cubierto de polvo y gravilla. Ahí nos cruzamos con un hombre que bajaba leña en
chanclas y tuvo tiempo de pedirnos dinero después de saludar.
El siguiente tramo, a bastante más altura, estaba poblado de pinos y
helechos. Mucho más agradable, la sombra nos hizo buena compañía. Llevábamos
casi tres horas subiendo y, una vez que pasamos los árboles, nos encontramos
sobre el mar y las nubes, y encima el Rinjani, un volcán muy alto de la isla de
Lombok. Las vistas eran espectaculares.
Vista del Rinjani desde el Agung. |
El sendero se perdió bajo una manta de helechos, pajas secas
y hierbas varias. Subir era muy complicado entre la pendiente y el resbaladizo
suelo, pero teníamos que llegar a la cumbre para no pagarles la cerveza a
nuestrxs amigxs francesxs.
Dos horas después, con la cima más cerca pero lejos todavía,
nos rendimos. Calculamos que nos faltaron tres horas. Lástima. Comimos el rico
pollo por encima de las nubes antes de bajar con la estúpida e innecesaria ropa
de abrigo.
La bajada fue mucho más llevadera de lo que esperábamos,
aunque hubo algún resbalón.
Nueve horas después estábamos de vuelta en la moto. No vamos
a hacernos lxs atletas, nos dolía todo el cuerpo. Mucho.
Después de una ducha fuimos al restaurante a pagar nuestra
deuda y a contar nuestra aventura.
After
spending nearly a week seeing the Gunung Agung from our homestay, from the
beach, from the hill in which we strolled at sunset… we decided it to climb it.
With the
added motivation of the bet we made with Michel and Sylvette, a charming couple
from Grenoble, we woke up at seven in the morning (a little bit late for
climbing but a huge accomplishment for us).
In the
Warung Segara, of which we will speak later, we got the necessary provisions:
half a chicken fried with tomato sauce and rice. We also carried three bottles
of one litre and a half of water, a fleece, two coats, a jersey and a couple of
scarves. The summit was more than 3000 metres high and we thought it could be
cold.
With a
rented scooter we approached the volcano until the road and the paths ended.
Normally the people climb the Gunung Agung through the southern side, where the
road reaches up to 1500 metres. However we decided to go up using the eastern side,
because the southern route was far from where we were. It wasn’t a good idea.
At nine we
left out scooter parked on a dirt path and we started to walk. It didn’t take
us long to leave behind the last houses of the villages and the cultivated
fields. We saw a few farmers working but not a single tourist.
We found a
trail that suddenly disappeared into the thorny and hostile bushes. There was even
a tree with thorns all over it. Since the beginning the path was very steep and
we had to help us with our hands to keep on climbing.
We went out
the thorny path with some scratches and straws entangled on our hair. The trail
that was very narrow continued going up very abruptly, covered with dust and
gravel. There we crossed a man that was carrying down firewood in flip flops
and that found the time to ask us for money once he had said hello to us.
The next part,
considerably higher up, had many pine trees and ferns. Much more pleasant, the
shade was a very welcomed companion. We had been climbing for three hours, and
once we had passed the trees, we found ourselves way over the sea and the
clouds, and above Mount Rinjani, a very high volcano from the island of Lombok.
The views were amazing.
The trail
disappeared under a layer of ferns, dried straws and different plants. Climbing
was really hard considering how steep it was and the slippery floor, but we had
to reach the summit, lest we wanted to pay the beer for our French friends.
Two hours
later, with the summit closer but still far, we surrendered. We think we needed
three more hours. A pity. We ate the chicken above the clouds before going down
with the stupid and unnecessary cold weather clothes.
The way
down was easier than we expected, even if we slipped a few times.
Nine hours
later we were back with the motorbike. We are not going to pretend to be
athletes, all our body was ailing. A lot.
After a
shower we went back to the restaurant to pay our debt and tell our little
adventure.
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