Si hemos pasado dos estupendas semanas con la madre de
Andrea y Xiquinho ha sido gracias a Macau y Portugal.
Todo empezó en mayo, en Estambul, cuando vinieron a vernos.
Contándoles nuestros planes le hicimos recordar a Xiquinho su viaje a Macau en
el momento de la entrega a China por los portugueses en 1999. Xico, que estaba
más joven aunque no más contento, tuvo la oportunidad de probar una exquisita
piel de pato, y eso le marcó.
Con la excusa de revivir ese momento, le abrasamos día y
noche durante los cinco días que pasaron en Estambul.
Parece ser que nuestra perseverancia hizo mella, y al poco
compraron los billetes para China.
Una vez aquí, presa de la nostalgia, y nosotrxs del
compromiso, hemos estado buscando sin cesar la famosa piel de pato.
En Macao existe un gran contraste entre los vestigios de su
historia colonial y los nuevos casinos que constituyen la base de su economía.
Nosotrxs hemos visto los dos.
De los primeros no vamos a hablaros mucho. Es curioso ver que
todos los nombres de las calles, paradas de autobús, etc están en portugués.
También el empedrado, de pequeños cuadrados blancos. La moneda es la pataca de
Macao.
Luego están los casinos; otros mundos. La primera noche
cenamos en el Wynn, un edificio parecido a los del juego “Hotel” con
restaurante, hotel, tiendas de marcas muy caras, y un cansino. Aquí no hace
falta vestir bien para entrar, el dinero es la mejor entrada. No tiene nada que
ver con el glamour, en los casinos de Macao la gente va en chanclas y
bañador.
Al día siguiente comimos en el casino Grand Lisboa con el
cónsul portugués, un buen amigo del protagonista de esta entrada. Comimos un
pato delicioso, pero no la piel con la que soñaba Xiquinho.
Después fuimos al Venetian, el superlativo de los casinos.
El casino y el hotel son gigantescos, a saber cuántas máquinas tiene. Encima de
las salas de juego hay un centro comercial enorme decorado como Venecia, con
sus canales con góndolas en las que pasear, su plaza de San Marcos, y su cielo diurno.
Estuvimos horas atrapadxs allí.
Para completar el día cenamos el en club militar portugués,
una institución en Macao. La carta y la cena, portuguesas.
Y por si os estáis preguntando, sino paramos de comer fue
porque andábamos en busca de la piel de pato.
If we have
spent two great weeks with Andrea’s mum and Xiquinho it has been thanks to
Macau and Portugal.
It all
started back in May, in Istanbul, when they came to visit us. Telling them
about our plans Xiquinho remembered his trip to Macau when it was given back to
China by the Portuguese in 1999. Xico, who was younger but not happier, had the
chance to try a delicious duck’s skin, and that left a mark on him.
With the
excuse of living again this moment, we harassed him night and day during the
five days they spent in Istanbul.
It seems
that our stubbornness was successful, and soon they bought the tickets to
China.
Once here,
victim of nostalgia, and us of compromise, we have been ceaselessly seeking for
the famous duck’s skin.
In Macau
there is a big contrast between the remnants of his colonial history and the
new casinos that are the base of its economy. We have seen both.
We won’t
speak much about the first ones. It’s curious to see the names of the streets,
bus stops, etc in Portuguese. Also the pavement, made out of small white
stones. Macau’s currency is the pataca.
After you
can find the casinos; different world. The first night we had dinner in the
Wynn, a building similar to those of the game “Hotel” with a restaurant, hotel,
shops of very expensive brands and a casino. Here it is not necessary to dress
up correctly. It is nothing close to glamour, in Macau’s casinos people go in
flip flops and swimming suits.
The next
day we ate in the Grand Lisboa with the Portuguese consul, a good friend of the
main character of this entry. We ate a delicious duck, but not the skin that
Xiquinho dreamt of.
After we
went to the Venetian, the superlative of casinos. The casino and the hotel are
gigantic, who knows how many machines it has. Over the gaming area there is an
enormous shopping mall decorated like Venetia, with its canals with its own
gondolas in which to stroll, with its own Saint Marcos square, and its sunny
sky.
To end up
the day we had dinner in the Portuguese military club, an institution in Macau.
The menu and the dinner, Portuguese.
If you are
still wondering, we didn’t stop eating because we were looking for the duck’s
skin.
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