jueves, 9 de febrero de 2012

Se busca piso en Estambul



Si llegar fue difícil, encontrar  piso parece imposible.

El primer y el segundo día salimos más que motivadxs. La palabra clave: “emlak” (inmobiliaria). El objetivo: un piso barato en el centro (keep the faith). No os podéis imaginar las mierdas que hemos visto. Tanto que el tercer día, hoy, hemos decidido buscar una habitación en un piso compartido. Hemos hecho mil llamadas, pero solo hemos logrado ver uno. Merece una entrada en el blog.


Paso 1: contactar con el/la propietario/a. Llamamos, el hombre que descuelga habla en perfecto castellano una vez que le decimos de dónde somos. “Hello, we are a Spanish couple…”. “Un momentito por favor”. “¡Habla nuestro idioma! ¡Yuju!”. “¿Sois una pareja heterosexual?”. Pokerface. “Sí”.


Paso 2: concertar una cita. “¿Te parece bien esta tarde?”. “Perfecto, pasaos a las 17h30”. “Allí estaremos”.


Paso 3: ver el piso. Nos viene a buscar  al Metro, ronda la cuarentena, es intérprete, y tiene un novio malagueño. Es agradable, nos causa buena impresión. Todo va bien. De camino nos encontramos con dos polacxs y un turco que también están interesadxs en el piso. El hombre entra en una tienda de antigüedades y sale acompañado de una señora mayor (60 años, o más) que viste un largo abrigo de visón. Su voz es la de una fumadora profesional, de ultratumba.


Paso 4: llegamos al piso. Para empezar es un sótano. Mosqueo. Además, el que vive en el piso no es el joven agradable que nos ha venido a buscar, sino la señora a la que sólo le falta una traqueotomía (no queremos ser crueles pero no sabemos cómo explicar su “voz”). Entramos en la casa mientras la señora no para de hablarnos en algo que parece turco. Lo que hemos visto no se puede describir con palabras, pero lo intentaremos.

En el salón, decorado como las casas españolas de clase media alta de principios del siglo XX, hay un árbol de navidad con las luces encendidas. También hay un belén de vacas y un siniestro teatro de marionetas, junto a un bar bien surtido, y una foto de Ataturk presidiendo la estancia. No faltaban las fotos del difunto y amado marido, ni la mantelería de ganchillo. Además, las paredes estaban decoradas con ropa de bebé enmarcada. Daba mucho miedo. Una de las habitaciones tenía una cama individual rosa con una mosquitera, también rosa, y una muñeca encima. Esa era la habitación de la casera. Andrea no podía parar de imaginarse a la señora, sólo con el abrigo de visón, tumbada en la cama con un cigarrillo en la mano (los fumaba con boquilla, como si no hubiera fumado bastante), y diciendo a los Erasmus: “acércate joven, que te voy a hacer un hombre”. Mientras, el polaco le preguntaba a Álvaro: “can you smell it?”.


Paso 5: salir corriendo.


Hemos vuelto al hotel, en Estambul hace frío. 



4 comentarios:

  1. "(no queremos ser crueles pero no sabemos cómo explicar su “voz”)" Que cruel.

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  2. mucho ánimo, chicos, cruzo los dedos para que encontréis algo pronto y que sea bueno, bonito y barato; espero que colguéis las fotos de los sanitarios para comprobar que Andrea sigue siendo una señorita educada en el liceo francés a la hora de ir al excusado y quedarme más tranquilo :o)

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  3. Anónimo, ¿quién eres? ardo en deseos de averiguarlo... Mauri, tu le pasas a la gente vídeos con la música de bob esponja de fondo... te hemos pillado!

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    1. We are Anonymous.
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