jueves, 31 de mayo de 2012

Likya yolu. Parte II.


En la ruta licia se encuentra uno de los lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en Turquía: los yacimientos de Xanthos y Letoon, a escasos 5km de distancia el uno del otro.

Aunque muy interesantes, no nos parecieron de lo mejorcito. De hecho, y como ya hemos comentado, nosotrxs nos quedamos prendadxs de Patara. Imaginamos que se eligieron estos yacimientos por su extensión, porque no tienen nada que no se pueda encontrar en otros yacimientos de likya yolu. Aún así, hubo en Xanthos dos elementos que nos llamaron la atención. El primero, un anfiteatro muy bien conservado. El segundo, una tuumba licia con un precioso relieve. Además, pudimos ver entre las rocas centenarias tortugas de tierra salvajes, haciéndonos la visita mucho más entretenida.

Andrea en el anfiteatro de Xanthos, con una impresionante tumba licia a su
espalda.
Relieve de una tumba licia representando una escena de caza.

Öludeniz, pueblo famoso por su laguna y parque natural, es una parada bien conocida por las personas que recorren la ruta licia. Además de tener una playa preciosa y unas aguas cristalinas, permitiendo la realización de numerosas actividades al aire libre, está cerca de otros lugares de interés (se pueden hacer excursiones unas 7 excursiones diarias por los alrededores). 

La playa de Öludeniz al atardecer.

Muy cerca de Öludeniz se encuentra la isla de San Nicolás, y es en su conjunto un yacimiento arqueológico muy interesante, y con unas vistas magníficas.

Álvaro en los restos de una iglesia, isla de S. Nicolás.
Restos de una edificación en la isla de S. Nicolás.

Aquí lxs lugareñxs han desarrollado rápidamente estrategias de mercado, algunas muy curiosas. En la foto que sigue podemos ver a una pareja madura haciendo gözlemes (una especie de galette o crêpe salada algo basta y generalmente rellena de queso, espinacas o patatas) y vendiéndolos de barco en barco. Fijáos además en las aguas cristalinas... 

Lo tienen todo pensado :)

Por último queremos hablaros de Fethiye, final, o comienzo, de la ruta licia. Es la típica ciudad de costa, muy agitada, con hoteles, restaurantes y un puerto enorme. Lo interesante de este lugar es que es muy fácil (mucho más que desde Öludeniz) utilizarlo como base para visitar la zona en excursiones de un día. Además, impacta muchísimo ver la cordillera nevada de los montes Taurus desde el puerto marítimo de la ciudad. Os dejamos, para cerrar esta serie de entradas sobre nuestro spring break, con las vistas desde la terraza del hostal en el que dormimos la última noche.

Likya yolu. Parte I.


La ruta licia es un camino que va desde Antalya hasta Fethiye, en el suroeste turco, recorriendo los yacimientos del antiguo pueblo licio. Se trata de un camino muy popular y concurrido, aunque por sus más de 500km, la gente suele hacer sólo una parte.

A parte de algunos yacimientos arqueológicos impresionantes, esta ruta corre junto al mar, proporcionando además al caminante unos paisajes naturales únicos. Además, y puesto que la mayoría del camino solo es factible a pie, el entorno se ha conservado muy bien, y abunda la fauna salvaje (como las tortugas de las que os hablábamos en otra entrada).

Nosotrxs íbamos demasiado cargadxs para hacer la ruta a pie, y no disponíamos del tiempo suficiente, por lo que decidimos visitar algunas de las paradas más renombradas en nuestro viaje. Así, tuvimos la oportunidad de conocer a personas que sí estaban realizando una parte del camino a pie, y que nos contaron auténticas maravillas.

No hay que olvidar que algunos tramos de la ruta pueden ser recorridos fácilmente por personas de cualquier edad y condición física, siendo otros más complicados. Así que no importa cómo andéis de forma,    ¡ la Likya yolu tiene aventuras para cualquiera que las busque!

Nosotrxs vamos a hablaros de algunos de los lugares que visitamos en esta ruta, pues ya hemos hablado de otros anteriormente.

El acceso a Olympos es complicado sin un vehículo propio, pero no imposible (ni mucho menos, sólo cansino). Lo interesante de este lugar es que para llegar a la playa hay que atravesar el yacimiento del antiguo asentamiento licio. La playa es famosa, y está protegida, pues allí desovan las tortugas caretta caretta.Es un lugar muy bonito en el que se pueden practicar distintas actividades al aire libre, como snorkel, kayak, senderismo... pero es bastante pequeño y desde principios de mayo está muy masificado.

Andrea en el yacimiento arqueológico de Olympos.
La playa de Olympos muy pronto por la mañana.

De Kekova ya os hablamos en la entrada sobre actividades al aire libre que se pueden realizar en el sur turco. Pero es que además de hacer kayak en la ciudad suemrgida, montar en barco y hacer snorkel en las rocas, está la opción del  senderismo entre las necrópolis licias, que destacan por la particularidad de sus tumbas. 

Andrea frente a la bahía de Kekova al atardecer.

El sitio que más nos gustó fue sin duda el yacimiento de Patara. Con la playa de arena más larga de Turquía (más de 14km), Patara es un lugar magnífico. Antes de llegar a la playa, conocida como Olympos por ser el lugar dónde acuden a desovar las tortugas y, por eso mismo, protegida, se encuentra el yacimiento de Patara. Cuenta con un agora muy bien conservada, un magnífico anfiteatro romano, una puerta de entrada con tres arcos en perfectas condiciones, y un puerto ahora semisumergido. Si tenéis que elegir un sitio en la Likya yolu, os recomendamos vivamente Patara beach. 

Atardecer en el yacimiento de Patara

Álvaro en el anfiteatro de Patara, de espaldas al mar.

jueves, 24 de mayo de 2012

El autostop y otras formas de socializar


El viaje en autostop, además de salirnos barato, nos ha ayudado a conocer a muchísima gente, muy buena gente. Además, acampar en medio de la nada atraía siempre la atención de alguien que pasaba por allí.

Después de conocer a Matthias en Diyarbakır, nos encontramos con Hayatı a las afueras de Mardin. Era tarde y estábamos rotxs. Tras dos horas caminando con todo a cuestas en busca de un lugar apropiado para acampar, acabamos en los campos de este gran hombre. Nos dijo "hace frío por aquí y hay serpientes. Veníos conmigo que tengo el coche ahí al lado, os doy algo de comer en mi casa y os dejo en un buen sitio para acampar". Se estaba haciendo de noche y no veíamos ningún coche, pero conociendo la insistente hospitalidad turca cedimos pronto.

Álvaro con Hayatı cuando nos dejó en la carretera para seguir con
el autostop.


Aquí el amigo nos tuvo dos horas más caminando, diciendo "está aquí al lado" y "cuidado no os caigáis". Cuando llegamos a su pueblo era noche cerrada. Que sea lo que este hombre quiera. Mientras nos había contado que enviudó cuando su hijo tenía un año, y que los dos vivían solos. Junto a su casa, vivía su hermano, con la mujer y muchxs hijxs. Hayatı come un kilo de yogur (del natural hecho en casa) cada día, tiene 50 años y está hecho un toro. Nos dio mucho yogur, cardos fritos, y sucuk (una especie de chorizo de cabra que hacen aquí, ni se parece al de cerdo, pero era casero y ganaba mucho). Por supuesto, también nos dio té. Después nos mandó a casa de su hermano a charlar con la nuera y sobrinas (los sobrinos andaban revoloteando y haciendo el bruto), y a tomar más té. Una de las niñas de la casa nos regaló un cuadro que había pintado; muy bonito, pero también muy grande. Nos pasamos los otros 14 días cargando con él. Dormimos en el salón con toda la familia, y al día siguiente desayunamos muy bien. En el sureste de Turquía, las familias, sean kurdas o no, desayunan en el suelo, sobre un mantel y con una gran bandeja. Eso si, el desayuno siempre tiene lo mismo. Después de insistirnos para que nos quedáramos, nos despedimos de Hayatı y su familia. Antes nos había enseñado las monedas (algunas de la época de Bizancio, muy bien conservadas) que había encontrado trabajando en su campo. Nos dio mucha pena separarnos de él, pero seguimos en contacto, y prometemos contaros el reencuentro.


Desayuno en familia.

Pasamos tres días, como ya os hemos contado, acampando cerca de Karadut. Ahí sólo había pastores y cabras. Hussein Orhan nos dio los buenos días, y prometió volver por la tarde para llevarnos a su casa a cenar. También en el suelo con una bandeja, cenamos con él y charlamos con su familia. La sopa de judías y el queso casero estaban deliciosos. Además, fueron muy agradables con nosotrxs, y nos pidieron que volvanos pronto.

Después de cenar, Álvaro con Hussein y su mujer.

Saliendo de la zona del Nemrut Dağ dimos con un buen señor que tenía una fábrica de juegos de café turco e iba de pueblo en pueblo vendiéndolos. Pasamos casi todo el día con él, en su furgoneta, comiendo frutos secos y pepino fresco, y repartiendo las "cafeteras". Además, paramos a comer en un área de servicio y nos invitó a comer. Como viajerxs, aquí nunca puedes pagar nada. Siempre nos repetían las personas con las que nos encontrábamos "misafir", del árabe, viajero/a, pero que en turco significa "invitado/a". 

¡Qué hombre más grande!

Justo después de despedirnos de este señor, tan parecido a David el Gnomo (icono de nuestra infancia, hijos de los 80), nos recogió Salim, un camionero de la empresa de supermercados Migros. Rápidamente llamó a su mujer avisándole de que llegaría con dos amigxs españolxs a cenar a casa. Tres horas después nos encontrábamos en Adana, en casa de este hombre, con su mujer y dos hijxs, y pudiendo darnos una ducha. La cena fue excelente, y la compañía también. Hemos hablado con él un par de veces desde que nos despedimos, y no deja de repetirnos que volvamos siempre a su casa.

Desayunando con Salim y su familia.

Nos topamos también, en Mersin, con un madero bueno. Por supuesto nos invitó a comer a su casa, con su mujer, también policía, y su hijo, que tiranizaba a la pareja de maderxs buenxs. El niño, de cinco años, era un suplicio. Tanto, que sus progenitorxs ya no querían más. No nos extraña. La abuela materna andaba en casa para echar una mano, y realmente era la única que imponía algo de orden. Curiosa historia esta, dos polis bajo el yugo de su pequeño Napoleón. Muy buena gente, se quedaron muy tristes cuando rechazamos su invitación a dormir. Teníamos que seguir camino.

Con la mamá madera y la abuela.

Nos encontramos con mucha más gente, toda muy buen e interesante, pero ya vamos a hablar nada más de Heyric. De origen suizo, vive entre París, Houston y Caracas, está casado con una filipina y habla mil idiomas. Compartimos un trehco con él, y visitamxs juntxs le yacimiento y la playa de Patara. Agradecimos su conversación, muy interesante, y algo de compañía hispano-parlante. 

Heyric en el ágora de Patara.

Este post se lo dedicamos a todas las grandes personas con las que nos hemos cruzado, y que han hecho nuestro viaje mucho más especial. Con mucho cariño, Álvaro y Andrea.








lunes, 21 de mayo de 2012

Flora y fauna


Desde que llegamos al Nemrut no dejamos de ver animalitos, empezando por una tortuga de tierra que en nuestra ignorancia queríamos devolver al río. Menos mal que pasaba por ahí el pastor de cabras Hussein, y nos dijo que la tortuga no era de agua. Nos hizo mucha ilusión porque nunca antes habíamos visto tortugas salvajes. A partir de entonces no dejamos de verlas hasta que volvimos a Estambul. 

La primera tortuga que vimos, cerca de Karadut.

Álvaro con otra compañera en el yacimiento arqueológico y Patrimonio
de la Humanidad de Xanthos.

Andrea sacando a una tortuga de la carretera, en el
yacimiento de Patara.

Con otra tortuga en Faralya (Valle de las Mariposas).

Otros animales que nos han acompañado en este viaje han sido las ovejas y las cabras, dándonos los buenos días cada mañana mientras intentaban comerse nuestra tienda de campaña, nuestros zapatos, o cualquier otra cosa que pillaran. Aunque después del mes de noviembre en los campamentos de refugiadxs saharauis en Tindouf, las cabras ya no nos provocan ninguna curiosidad.

El rebaño de Hussein Orhan en Karadut.

También muchos insectos de talla variada han querido compartir nuestro camino, y a veces nuestra cama. Algunas saltamontes nos llamaron la atención por su tamaño y colores, especialmente en la isla de San Nicolás, cerca de Öludeniz.



En cuanto a la flora, ha sido muy variada y explosiva, pues viajábamos en primavera. Desde las montañas hasta la playa, los paisajes cambiaban mucho. Destacamos los almendros en flor (esperando que no fueran cerezos, la verdad, somos botánicxs) en la subida al Nemrut, las margaritas en Kekova, las flores silvesters de Hasankeyf y el palmeral de Patara. Lo malo es que también a la alergia de Andrea le encantó la sobredosis de polen en el ambiente.

Subiendo al Nemrut.

Las margaritas de Kekova.

Hasankeyf.

Álvaro en el palmeral de Patara.

domingo, 20 de mayo de 2012

Al aire libre sienta mejor


En nuestro de viaje de casi veinte días por el sur de Turquía hemos tenido la oportunidad de practicar distintas actividades/deportes al aire libre. Aquí os hablamos de las que más nos han gustado.

Kayak en mar y en laguna.
Nuestra primera experiencia vital con kayak fue en el mar, un día más bien gris, en Kekova. Nos costó muchísimo al principio, no por coordinación, sino porque no habían ajustado bien los "pedales" con los que se dirige la embarcación. El pobre Álvaro, que iba de timonel, se dejó la espalda estirando las piernas para que pudiéramos virar. Eso sí, una vez ajustado, se nos dio de vicio. Tanto que nos motivamos y decidimos repetir unos días después. 

Lo curioso de la excursión en kayak (que duró casi cinco horas, y nos dejó destrozadxs para el resto del día) es que la hicimos en Kekova, una parada obligatoria en la ruta licia (de la que ya os hablaremos), y en la que descansan los restos sumergidos de la ciudad antigua. Con la prohibición de bañarse en esa zona, la única manera de disfrutar de las ruinas submarinas de cerca es en kayak. También paramos media hora en una isla muy bonita con restos arqueológicos, y visitamos la antigua Simena (accesible solo por mar), con un castillo en lo alto de la montaña.

Llegando en Kekova a la primera parada, necesitábamos un descanso.

La segunda vez en kayak fue mucho más relajada, pues alquilamos uno doble durante una hora para curiosear en la laguna de Öludeniz, un pueblo cercano a Fethiye.
El día era soleado y el agua estaba en calma (no como en Kekova, dónde unas olas nos hicieron creer que volcábamos). Simplemente fue un paseito agradable y divertido. 

Mientras Álvaro había saltado al mar a darse un chapuzón, Andrea seguía
remando en la laguna de Öludeniz.

Nadar y hacer snorkel.
Casi todas las paradas de la ruta licia están en la línea de costa, y sus aguas claras permiten hacer snorkel y bañarse desde finales de abril. 
El sitio que más nos gustó para esto fue también Kekova, dónde no vimos casi turistas y pudimos pasar un día a solas abandonadxs en una isla (no hay playa en Kekova, sino muchas islas diminutas a las que te acercan en barca y vuelven a buscarte a la hora que les digas). Nos bañamos, tomamos el sol (hasta Álvaro se puso algo moreno), leímos e hicimos snorkel; y todo, al aire libre.




Pasear en barco.
En la mayoría de ciudades y pueblos costeros tienes la posibilidad de pasar un día en un barco con un montón de abuelitxs británicos y alguna familia alemana. No era lo más nos atraía, pero en Öludeniz los precios eran muy razonables, y tampoco disponíamos de muchos más días, por lo que decidimos probar. La verdad es que nos sorprendió muy gratamente, pues pudimos visitar en un día lo que nos hubiera llevado tres por nuestra cuenta (algunos lugares en esta parte de Turquía son bastante inaccesibles, a veces solo a pie, otras únicamente por mar...). 


Hacer barranquismo/canyoning.
El día que cogimos el barco nos dejaron una hora en Faralya, el valle de las mariposas (al que sólo se accede a pie o por mar). Encajado entre dos montañas, y con una garganta impresionante, este valle es precioso, y está muy cuidado. Vimos muchos animalitos (incluidas tortugas, que nos han encantado) y plantas, y nos dimos un buen paseo hasta una catarata, a un kilómetro de la entrada.

Subiendo a la catarata en Faralya.

Nuestro último día decidimos pasarlo en Saklıkent, un lugar famoso por tener una garganta enorme, profunda, y con un río que permite el kayaking, rafting, y otros deportes moviditos. El emplazamiento es una maravilla, y existen como posibles alojamientos casas en árboles. Todo turismo muy verde y respetuoso con el medio. Nos dio pena no poder quedarnos, pero intentaremos volver.
El caso es que nos atrevimos con la garganta, y nos adentramos río arriba algo más de una hora. No fue nada fácil, y nos cansamos mucho. Además, llevábamos encima la cámara de fotos, los pasaportes y el dinero, por lo que no podíamos caernos (sobre todo Álvaro, que era el que llevaba la mochila, aunque realmente en muchos momentos nos apoyábamos el unx en el otrx, y la caída de cualquiera de lxs dos hubiera supuesto un problema). 
Salimos sanxs y salvxs con alguna dificultad pero mamás, estamos bien.


Álvaro luchando contra la corriente.






sábado, 19 de mayo de 2012

Subiendo al Nemrut Dağ


En nuestro caminar por el sureste turco nos apeteció subir al Nemrut Dağ, una montaña de más de 2100m, donde se encuentra en la cumbre un conjunto monumental declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En nuestra lista de patrimonios inaccesibles viene, después de Nea Moni (isla de Quios) en bicicleta, el monte Nemrut a pie. 

En esta entrada no os vamos a contar la historia de las magníficas estatuas que se encuentran en la cima, sino nuestra agonía para llegar a verlas.

Decidimos acampar cerca de Karadut, un pueblo supuestamente a 15km de la entrada al parque nacional, y pasar allí dos días descansando antes de afrontar el ascenso. En esos días dormimos, nos bañamos en el río, vimos tortugas de tierra y comimos en casa de un pastor kurdo encantador. 

Al tercer día no resucitamos, pero nos levantamos de buena mañana para emprender la marcha. Un pequeño detalle: no llevábamos comida, aunque sí bastante agua.

Empezamos a subir, y tras la primera media hora, que siempre jode, nos acostumbramos y nos fuimos motivando. Las vistas eran preciosas, pero a medida que subíamos no encontrábamos los sitios para comer que venían en la guía, esa pequeña traidora. 

Cuando ya llevábamos más de 12km, paramos a tomar un refresco cerca de la entrada al parque nacional, creyendo que estábamos cerca (supuestamente a 6km). Muy satisfechxs con el timing, decidimos darnos prisa para llegar arriba a la hora de comer. Las ganas.

La vegetación desapareció y solo nos quedó la nieve de compañera. Cuando por fin divisamos la cima, estaba lejísimos; se nos cayó el mundo encima, parecía que no íbamos a comer nunca. Pero no nos quedaba otra, así que seguimos subiendo.

Ese piquito del fondo... pues allí íbamos. Ahí ya llevábamos 15km.

No tenemos palabras para contar nuestro cansancio y desesperación al ver con qué lentitud avanzábamos. Pero bueno, no vamos a escribir cien páginas, así que resumiremos con un: 7 horas después de salir, llegamos.

El piquito de la derecha, nuestra meta, más cerca.

Como un oasis, había a 500m de la cima una cafetería con algo de comida caliente. Comimos como si no hubiera mañana, tanto que a Andrea le sentó mal, mancillando con su vómito en altura el Patrimonio de la Humanidad. Eso sí, con muy bonitas vistas.

¡Hemos llegado!

Lo que había que ver, estatuas monumentales.

Valió la pena. 



Para bajar, un predicador musulmán que vendía coches de segunda mano y se jactaba de hablar árabe aunque en realidad no tenía ni idea, nos llevó hasta la carretera cercana a nuestro campamento base. Menuda matada de día.

Una de las cabezas.

viernes, 18 de mayo de 2012

Mardin y Urfa, ciudades del sureste


Después de Hasankeyf partimos hacia Mardin con Matthias como compañero de viaje.

La ciudad está a menos de 20km de la frontera turca con Siria, presidiendo de llanura mesopotámica, entre el Tigris y el Éufrates.

Vistas desde Mardin, con Siria al fondo.

Lo que más nos llamó la atención fue el color marfil de la ciudad, que contrastaba con el negro basalto de Diyarbakır. En la cima de la montaña, una fortaleza que utiliza el ejército turco en su lucha contra el PKK, y en la ladera la ciudad. 

Vistas del castillo desde una de las madrasas.

Visitamos dos madrasas (escuelas coránicas) preciosas, una mezquita muy bonita también, y comimos en Kamer, una asociación de mujeres que trabaja en toda la zona. La comida, casera, estaba deliciosa, y aprovechamos para regarla con el vino sirio (como lo llaman allí). 

La Gran Mezquita de Mardin

Cartel de la tienda de la asociación de mujeres que
 regenta el restaurante.

Matthias escogió una habitación en un antiguo palacio, reconvertido en hotel, con unas vistas maravillosas de la llanura, y una terraza muy agradable. Mientras, nosotrxs nos fuimos a las afueras de la ciudad a buscar un sitio donde acampar. 

Al día siguiente, mientras Matthias cogía un autobús, fuimos haciendo autostop hacia la gloriosa (Şanlı) Urfa, ciudad de peregrinación del mundo islámico. 

El lago de los peces y la madrasa.

La ciudad, muy bonita y agradable, destacaba por un conjunto de monumentos, presidido por el "lago de los peces" (Balıklı Göl), y relacionado con el paso de el profeta Ibrahim (Abraham) por Urfa, dónde se dice que nació y vivió en una cueva que pudimos visitar. También se encuentran en este conjunto varias mezquitas, y un parque que lo hace muy especial. En la cima de la colina, coronada por un castillo, había numerosas terrazas en las que disfrutar de un té al atardecer.

Andrea muy a la turca para visitar la cueva de Abraham.

Andrea dando de comer a los peces sagrados para que Allah le cure el pie.

A la mañana siguiente volvimos al lago (que es un estanque en realidad) a dar un paseo con Matthias antes de despedirnos de él tomando un zumo de frutas.