Nuestro tercer día en Bali tuvimos la oportunidad de asistir
a la cremación de un importante miembro de la familia real de Ubud. A pesar de
que no pudimos enterarnos de todo, os vamos a contar lo que vimos y descubrimos
gracias a l@s lugareñ@s.
Como ya hemos dicho, falleció un miembro de la familia real
de Ubud, y es que en Bali algunas regiones tienen su propia dinastía. Sin verdadero
peso en la política, las familias reales siguen teniendo una importancia en lo
social y religioso.
Como no todo el mundo puede permitirse los gastos de una
cremación, muchas personas son enterradas al morir a la espera de un
acontecimiento como este (la muerte de alguien con dinero básicamente). Es
entonces cuando exhuman los cadáveres para cremarlos.
La cremación del 28 de julio congregó a turistas y locales a
lo largo de todo el día.
Cuando llegamos a la calle principal de orientación
este/oeste sobre las diez de la mañana había muchísima gente. Además estaban
presentes los bomberos, la policía y el ejército (algo excepcional). Mientras
el público esperaba el comienzo de la ceremonia, l@s vendedor@s hacían su
agosto con las bebidas frías (hacía mucho calor), la comida, los sarongs
(prenda típica de Bali, que consiste en una tela que se enrolla alrededor de la
cintura y cubre hasta los pies, y que utilizan tanto mujeres como hombres),
etc. Las mujeres transportaban toda la mercancía en barreños o cestos sobre sus
cabezas (así es como las mujeres balinesas llevan sus cosas siempre).
Había bandas de música tradicional cada diez metros, y
fueron las encargadas de anunciar la salida de la “procesión”.
Primero una parte se dirigió hacia el oeste con los
cadáveres de la gente no importante. Cada cuerpo iba en una estatua con forma
de toro. La estructura era de metal, recubierta de papel, corcho y telas. Sobre
cada toro (salieron una treintena) cabalgaba un niño vestido de negro, y
llevado en una estructura de bambú (como las que se usan en las procesiones de
Semana Santa) por una docena de hombres. Todos iban ataviados con el sarong y
un pañuelo en la cabeza a juego.
Mientras algunas bandas de música acompañaban esta
“procesión”, la principal con el difunto real salió hacia el este.
Un toro enorme con su correspondiente jinete (esta vez un
adulto) abría la marcha. Para no
repetirnos, diremos que todas las estructuras que desfilaron eran llevadas a
hombros por hombres (a veces más de treinta) conjuntados a lo cofrade.
Un porche grande de bambú llevaba a un señor mayor vestido
de blanco y con muchos accesorios que debía ser alguien importante porque llegó
escoltado (creemos que de la familia real).
Detrás había un dragón enorme y una torre altísima con dos
hombres con capa encaramados a lo alto. También pasaron de mujeres de elegante
morado con sombrilla sentadas en unos palanquines.
El comienzo fue muy emocionante, en parte porque llevábamos
tres horas esperándolo, por la música y el movimiento de las estructuras. Cada
rato salían corriendo unos veinte metros y paraban a descansar. La multitud
corría detrás, con las bandas de música y todo lo demás. Al parecer hubo más de
un desmayo.
Sobre las 15h hicimos una pausa para comer en un restaurante
local (warung). Con la tripa llena seguimos los pasos de la “procesión” hasta
el lugar de la cremación, un descampado con una pira funeraria frente a un
templo.
Nos contaron que habían trasladado el cuerpo de la torre al
interior del toro para cremarlo junto a la cabeza del dragón. Llegamos justo
antes de que empezaran, cuando la gente cogía sitio para tener buenas vistas.
Colocaron montones de ofrendas bajo el toro (incluidas
cabezas de cerdo) y le prendieron fuego con una antorcha. De la boca del dragón
salían chispas de colores y poco a poco quedó al descubierto la estructura
metálica del toro.
Como las llamas no alcanzaban el cadáver, en el lomo del
toro, con una vara de bambú lo bajaron a
golpes. Nada sutil. A pesar de la maniobra, el cuerpo no se quemaba lo bastante
rápido, pero en Bali tienen soluciones para todo. Un hombre con un lanzallamas
se encargó de terminar la faena.
El humo olía muy mal, y se veía perfectamente el cuerpo
mientras se quemaba: los pies, las manos, todo se retorcía entre las llamas.
Mientras, la juventud comía las palomitas que ofrecían vendedor@s ambulantes.
Todo un
espectáculo.
On our
third day in Bali we had the chance to assist to the cremation of an important
member of Ubud’s royal family. Even if we didn’t understand everything that was
going on, we are going to tell you what we saw and discovered thanks to the
locals.
As we have
already said, a member of Ubud’s royal family passed away, the thing is that in
Bali some regions have their own dynasties. Without any real political importance
in politics, they still play a big role in the social and religious aspects of
life.
Everyone
can’t afford to pay for a cremation so many are buried when they die, and wait
for an event like this (the death of someone with money basically). It is then
when they unbury the corpses to cremate them.
Tourists
and locals gathered all day long during the cremation of the 28 of July.
When we got
to the main street running East to West around ten in the morning the place was
very crowded. Moreover you could see firemen, police and the army (something
exceptional). While the public waited for the beginning of the ceremony, the
sellers made the most out of it with the cold drinks (it was very hot), the
food, the sarongs (a typical dress from Bali, which consists of a tissue that
you put around your waist and covers down to the feet, and that is used by
women as well as men), etc. The women carried all their goods in big baskets
over their heads (that’s the way Balinese women carry their thing always).
There were
traditional music bands every ten metres, and they were the ones that announced
the start of the “procession”.
At first
one part headed West with the corpses of the non-important people. Each corpse
was carried in a statue with shape of a bull. The structure was built out of
metal, covered with paper cardboard and tissues. A boy dressed up in black rode
each bull (there were around thirty), and he was carried on a bamboo structure
(like the ones used during the Easter processions) by a dozen men all wearing sarongs
and matching ribbons on their heads.
Meanwhile
some music bands accompanied this “procession”, the main one with the royal
dead went eastwards.
A huge bull
with its own rider (this time an adult) opened the way. In order not to repeat
ourselves, we’ll say that all the structures that marched were carried by men
on their shoulders (sometimes more than thirty) wearing the same clothes of a
religious brotherhood.
A pavilion
made out of bamboo carried an old men dressed up in white with lots of
accessories that had to be someone important because he arrived escorted (we
think that he belonged to the royal family).
Behind
there were a huge dragon and a very high tower with two men with cloaks
clinging on to the highest part. In addition to this, a couple of women wearing
an elegant purple were carried on some kind of thrones under umbrellas.
The
beginning was very exciting, partly because we had been waiting for three
hours, and because of the music and the movement of the structures. Every now
and again they started running some twenty metres and they stopped to rest. The
crowd ran behind, with the music bands and everything else. It appears that
more than one person fainted.
Around
three we took a break to eat in a local restaurant (warung). With our stomachs
full we followed the steps of the “procession” until the place where the
cremation would take place, an empty esplanade with a funerary pyre in front of
a temple.
We were
told that they had moved the corpse from the tower to the interior of the bull
to burn it alongside the dragon. We arrived just before they started, when
everyone was looking for a good place from which to see it.
They put
heaps of offerings below the bull (pig’s heads included) and they started the
fire with a torch. Some colourful fireworks came out of the dragon’s mouth, and
eventually the metal structure of the bull became visible.
Because the
flames didn’t reach the corpse, situated on the upper part of the bull, they
hit it with a bamboo stick so it fell down. Nothing subtle whatsoever. Despite
this move, the body didn’t burn fast enough, but in Bali they have answers for
everything. A man with a flame thrower was the one to put an end to the job.
The smoked
smelled really bad, and you could see perfectly the body while it was burning:
the feet, the hands, everything shrieked in the flames. The youngsters watching
were eating the popcorn offered by street hawkers.
Everything
was a big show.