sábado, 29 de septiembre de 2012

Macao, el origen / Macau, the origin



Si hemos pasado dos estupendas semanas con la madre de Andrea y Xiquinho ha sido gracias a Macau y Portugal.

Todo empezó en mayo, en Estambul, cuando vinieron a vernos. Contándoles nuestros planes le hicimos recordar a Xiquinho su viaje a Macau en el momento de la entrega a China por los portugueses en 1999. Xico, que estaba más joven aunque no más contento, tuvo la oportunidad de probar una exquisita piel de pato, y eso le marcó.

Con la excusa de revivir ese momento, le abrasamos día y noche durante los cinco días que pasaron en Estambul.

Parece ser que nuestra perseverancia hizo mella, y al poco compraron los billetes para China.

Una vez aquí, presa de la nostalgia, y nosotrxs del compromiso, hemos estado buscando sin cesar la famosa piel de pato.

En Macao existe un gran contraste entre los vestigios de su historia colonial y los nuevos casinos que constituyen la base de su economía. Nosotrxs hemos visto los dos.

De los primeros no vamos a hablaros mucho. Es curioso ver que todos los nombres de las calles, paradas de autobús, etc están en portugués. También el empedrado, de pequeños cuadrados blancos. La moneda es la pataca de Macao.



Luego están los casinos; otros mundos. La primera noche cenamos en el Wynn, un edificio parecido a los del juego “Hotel” con restaurante, hotel, tiendas de marcas muy caras, y un cansino. Aquí no hace falta vestir bien para entrar, el dinero es la mejor entrada. No tiene nada que ver con el glamour, en los casinos de Macao la gente va en chanclas y bañador. 




Al día siguiente comimos en el casino Grand Lisboa con el cónsul portugués, un buen amigo del protagonista de esta entrada. Comimos un pato delicioso, pero no la piel con la que soñaba Xiquinho.

Después fuimos al Venetian, el superlativo de los casinos. El casino y el hotel son gigantescos, a saber cuántas máquinas tiene. Encima de las salas de juego hay un centro comercial enorme decorado como Venecia, con sus canales con góndolas en las que pasear, su plaza de San Marcos, y su cielo diurno. Estuvimos horas atrapadxs allí.




Para completar el día cenamos el en club militar portugués, una institución en Macao. La carta y la cena, portuguesas.

Y por si os estáis preguntando, sino paramos de comer fue porque andábamos en busca de la piel de pato.


If we have spent two great weeks with Andrea’s mum and Xiquinho it has been thanks to Macau and Portugal.

It all started back in May, in Istanbul, when they came to visit us. Telling them about our plans Xiquinho remembered his trip to Macau when it was given back to China by the Portuguese in 1999. Xico, who was younger but not happier, had the chance to try a delicious duck’s skin, and that left a mark on him.

With the excuse of living again this moment, we harassed him night and day during the five days they spent in Istanbul.

It seems that our stubbornness was successful, and soon they bought the tickets to China.

Once here, victim of nostalgia, and us of compromise, we have been ceaselessly seeking for the famous duck’s skin.

In Macau there is a big contrast between the remnants of his colonial history and the new casinos that are the base of its economy. We have seen both.

We won’t speak much about the first ones. It’s curious to see the names of the streets, bus stops, etc in Portuguese. Also the pavement, made out of small white stones. Macau’s currency is the pataca.

After you can find the casinos; different world. The first night we had dinner in the Wynn, a building similar to those of the game “Hotel” with a restaurant, hotel, shops of very expensive brands and a casino. Here it is not necessary to dress up correctly. It is nothing close to glamour, in Macau’s casinos people go in flip flops and swimming suits.

The next day we ate in the Grand Lisboa with the Portuguese consul, a good friend of the main character of this entry. We ate a delicious duck, but not the skin that Xiquinho dreamt of.

After we went to the Venetian, the superlative of casinos. The casino and the hotel are gigantic, who knows how many machines it has. Over the gaming area there is an enormous shopping mall decorated like Venetia, with its canals with its own gondolas in which to stroll, with its own Saint Marcos square, and its sunny sky.

To end up the day we had dinner in the Portuguese military club, an institution in Macau. The menu and the dinner, Portuguese.

If you are still wondering, we didn’t stop eating because we were looking for the duck’s skin.

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