jueves, 24 de mayo de 2012

El autostop y otras formas de socializar


El viaje en autostop, además de salirnos barato, nos ha ayudado a conocer a muchísima gente, muy buena gente. Además, acampar en medio de la nada atraía siempre la atención de alguien que pasaba por allí.

Después de conocer a Matthias en Diyarbakır, nos encontramos con Hayatı a las afueras de Mardin. Era tarde y estábamos rotxs. Tras dos horas caminando con todo a cuestas en busca de un lugar apropiado para acampar, acabamos en los campos de este gran hombre. Nos dijo "hace frío por aquí y hay serpientes. Veníos conmigo que tengo el coche ahí al lado, os doy algo de comer en mi casa y os dejo en un buen sitio para acampar". Se estaba haciendo de noche y no veíamos ningún coche, pero conociendo la insistente hospitalidad turca cedimos pronto.

Álvaro con Hayatı cuando nos dejó en la carretera para seguir con
el autostop.


Aquí el amigo nos tuvo dos horas más caminando, diciendo "está aquí al lado" y "cuidado no os caigáis". Cuando llegamos a su pueblo era noche cerrada. Que sea lo que este hombre quiera. Mientras nos había contado que enviudó cuando su hijo tenía un año, y que los dos vivían solos. Junto a su casa, vivía su hermano, con la mujer y muchxs hijxs. Hayatı come un kilo de yogur (del natural hecho en casa) cada día, tiene 50 años y está hecho un toro. Nos dio mucho yogur, cardos fritos, y sucuk (una especie de chorizo de cabra que hacen aquí, ni se parece al de cerdo, pero era casero y ganaba mucho). Por supuesto, también nos dio té. Después nos mandó a casa de su hermano a charlar con la nuera y sobrinas (los sobrinos andaban revoloteando y haciendo el bruto), y a tomar más té. Una de las niñas de la casa nos regaló un cuadro que había pintado; muy bonito, pero también muy grande. Nos pasamos los otros 14 días cargando con él. Dormimos en el salón con toda la familia, y al día siguiente desayunamos muy bien. En el sureste de Turquía, las familias, sean kurdas o no, desayunan en el suelo, sobre un mantel y con una gran bandeja. Eso si, el desayuno siempre tiene lo mismo. Después de insistirnos para que nos quedáramos, nos despedimos de Hayatı y su familia. Antes nos había enseñado las monedas (algunas de la época de Bizancio, muy bien conservadas) que había encontrado trabajando en su campo. Nos dio mucha pena separarnos de él, pero seguimos en contacto, y prometemos contaros el reencuentro.


Desayuno en familia.

Pasamos tres días, como ya os hemos contado, acampando cerca de Karadut. Ahí sólo había pastores y cabras. Hussein Orhan nos dio los buenos días, y prometió volver por la tarde para llevarnos a su casa a cenar. También en el suelo con una bandeja, cenamos con él y charlamos con su familia. La sopa de judías y el queso casero estaban deliciosos. Además, fueron muy agradables con nosotrxs, y nos pidieron que volvanos pronto.

Después de cenar, Álvaro con Hussein y su mujer.

Saliendo de la zona del Nemrut Dağ dimos con un buen señor que tenía una fábrica de juegos de café turco e iba de pueblo en pueblo vendiéndolos. Pasamos casi todo el día con él, en su furgoneta, comiendo frutos secos y pepino fresco, y repartiendo las "cafeteras". Además, paramos a comer en un área de servicio y nos invitó a comer. Como viajerxs, aquí nunca puedes pagar nada. Siempre nos repetían las personas con las que nos encontrábamos "misafir", del árabe, viajero/a, pero que en turco significa "invitado/a". 

¡Qué hombre más grande!

Justo después de despedirnos de este señor, tan parecido a David el Gnomo (icono de nuestra infancia, hijos de los 80), nos recogió Salim, un camionero de la empresa de supermercados Migros. Rápidamente llamó a su mujer avisándole de que llegaría con dos amigxs españolxs a cenar a casa. Tres horas después nos encontrábamos en Adana, en casa de este hombre, con su mujer y dos hijxs, y pudiendo darnos una ducha. La cena fue excelente, y la compañía también. Hemos hablado con él un par de veces desde que nos despedimos, y no deja de repetirnos que volvamos siempre a su casa.

Desayunando con Salim y su familia.

Nos topamos también, en Mersin, con un madero bueno. Por supuesto nos invitó a comer a su casa, con su mujer, también policía, y su hijo, que tiranizaba a la pareja de maderxs buenxs. El niño, de cinco años, era un suplicio. Tanto, que sus progenitorxs ya no querían más. No nos extraña. La abuela materna andaba en casa para echar una mano, y realmente era la única que imponía algo de orden. Curiosa historia esta, dos polis bajo el yugo de su pequeño Napoleón. Muy buena gente, se quedaron muy tristes cuando rechazamos su invitación a dormir. Teníamos que seguir camino.

Con la mamá madera y la abuela.

Nos encontramos con mucha más gente, toda muy buen e interesante, pero ya vamos a hablar nada más de Heyric. De origen suizo, vive entre París, Houston y Caracas, está casado con una filipina y habla mil idiomas. Compartimos un trehco con él, y visitamxs juntxs le yacimiento y la playa de Patara. Agradecimos su conversación, muy interesante, y algo de compañía hispano-parlante. 

Heyric en el ágora de Patara.

Este post se lo dedicamos a todas las grandes personas con las que nos hemos cruzado, y que han hecho nuestro viaje mucho más especial. Con mucho cariño, Álvaro y Andrea.








3 comentarios:

  1. La gente os adora! =) no sé si estoy verde/morada o de qué color de la envidia jejjeje

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  2. Linda! en nada nos vamos lxs tres juntitxs de viaje por las asias hahhahahaha yujuuuuuu

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  3. Qué bueno, y me encantan esas barbacas (las de Álvaro y las que no son de Álvaro).

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