martes, 24 de abril de 2012

Safranbolu and around II


Sábado por la mañana, parece que va a llover.

El desayuno está incluido, y vamos a tomarlo esperando que sea mejor que la cama.

Salimos a dar un paseo; Kelsey llegó muy tarde y quiere ver qué se cuece antes de que nos marchemos. Por cierto que Safranbolu se llama así por haber sido un lugar próspero en la Antigüedad gracias al cultivo del azafrán (y de ahí su nombre). El producto estrella es, junto a los dulces de la región, la colonia de azafrán. La verdad es que huele bien, y es barata (2€ 200ml). 

Junto a una de las tiendas en las que venden las famosas colonias.

Queremos llegar a Yenice, un parque natural, que está a unos 50km de Safranbolu, pero no va a ser fácil. En general la red de transporte público en Turquía es bastante deficiente. 

Desde el pueblo cogemos un dolmuş (furgonetas para unas 10 personas que se comparten, son muy baratas, y siguen siempre las mismas rutas, con la ventaja de que puedes bajarte casi donde quieras) hasta la ciudad nueva de Safranbolu, y de ahí un minibús a la estación de autobús en Karabük. Vamos en taxi hasta la estación de tren, desde donde sale el nuestro a Yenice.

En la estación, esperando el tren, toda la gente nos mira, y sin ningún disimulo. Cuando Álvaro y yo vinimos a Turquía el verano pasado con las bicicletas nos pasaba lo mismo: la gente nos miraba directamente a la cara, hablaban de nosotrxs y hasta nos señalaban. La verdad es que nos sentaba muy mal, pero después nos dimos cuenta de que no lo hacen con ninguna maldad, es pura curiosidad, y sobre todo en lugares perdidos donde los turistas pasan de pascuas a ramos.

Subimos al tren siendo la mayor atracción del vagón. Desde luego la gente no está acostumbrada a cuatro mochileras en la Turquía profunda. Lo bueno es que las cuatro somos estudiantes de turco, y qué mejor momento para practicar que éste. 

Resulta ser una familia muy maja, son unas diez personas, y mientras ríen cada vez que decimos algo nos ofrecen comida y bebida. El pequeño de la familia practica el poco inglés que le han enseñado en la escuela. 

Kelsey y yo con Emre, el chaval turco del tren.

Llegamos a Yenice y parece que nadie ha oído hablar del parque natural y el camping a los que pretendemos llegar. La hermana mayor de Emre se queda con nosotras y busca a un amigo para que con su coche nos acerque a la entrada del parque natural. Allí nos dejan en manos de los encargados, que están muy sorprendidos de las clientas que tienen esta noche.

Hay que consagrar un par de líneas al parque nacional de Yenice. Esta es su página web, muy útil:

Se trata de un lugar que recientemente han acondicionado para favorecer el ecoturismo. Las distintas rutas están muy bien señalizadas, y siempre proveen a lxs interesadxs de mapas con las rutas y un pequeño libro con toda la información. En teoría hay que pagar pero a nosotras nos lo regalaron, y estoy convencida de que es la tónica habitual. 

El parque ofrece muchas opciones: desde pasar un día familiar en el campo hasta alquilar bicicletas, hacer barranquismo o kayak.

Después de negociar el precio (éramos las únicas personas), montamos las tiendas y comimos algo en el restaurante ubicado junto al camping. Se trata de un parque junto a un río, a la entrada de una garganta, con una pequeña granja de gallinas y conejos, y un servicio de alquiler de bicicletas.

El puente sobre el río, el albergue y el restaurante, vistos desde nuestras
tiendas.

El río y la garganta vistos desde el puente.

El puente :)

Después de comer nos pusimos a andar, que a eso habíamos venido. La ruta, como ya he dicho, está muy bien señalizada, y a medida que subíamos pudimos disfrutar de unas vistas maravillosas, respirando aire puro (que se echa mucho en falta viviendo en Estambul).


Me sentí muy Gandalf, diciendo "¡No puedes pasar!"



En cuatro buenas horas de paseo sólo nos cruzamos con una pareja turca que se sorprendió mucho de vernos allí, nos saludó amablemente y se fue.

De regreso al campamento teníamos hambre, por lo que volvimos al restaurante. Parecía que acaparábamos la atención del encargado, un hombre mayor que estaba muy preocupado por nuestro confort. Ya en las tiendas de campaña, del otro lado del puente, el hombre nos trajó unos almohadones y té caliente.

Deniz y Jasmina con el té.

Las noches de acampada siempre son largas y entretenidas, y suelen estar plagadas de secretos. Dormimos muy a gustito y calentitas gracias a los cojines de Yüksel.

El domingo amaneció soleado, pero teníamos que volver a casa. Desayunamos en el restaurante donde nos trataron muy bien, y el hombre que se preocupaba por nosotras nos habló de cómo enviudó, de su hija que está acabando la universidad, y de lo mucho que le gusta trabajar en Yenice. No nos sorprende, es un lugar precioso.

Esperando el desayuno con Yüksel, y el río a nuestras espaldas.









2 comentarios:

  1. joder! pedazo de escapa!
    qué tranquilidad, a ver cuándo volvéis y nos ponéis al día!
    Un besazooooo

    ResponderEliminar