viernes, 1 de junio de 2012

Alberto nos visita :)

Como ya sabéis much@s de vosotr@s, hace dos semanas que vino a visitarnos nuestro amigo Alberto, y sabiendo que es un artista de la palabra, le pedimos que hiciera él la entrada de su visita. Huelga decir lo bien que nos lo hemos pasado con él estos días. Además, nos trajo un lomo excelente de su pueblo, y mucho jamón serrano, con lo que se ha ganado un hueco en nuestro corazón para toda la vida. ¡Te estamos esperando en el próximo destino!


Aquí os dejamos su crónica:


"Cuatro días en Estambul dan para mucho y para muchos posts. Para justificar haberme pasado varios años de mi vida en la universidad, debería empezar hablando del encuentro de Occidente y Oriente, de las transferencias culturales, de los viajeros del s. XIX que descubrían una ciudad que albergaba una larguísima tradición bizantina, otomana y que miraba a Europa con unos palacios como Dolmabahçe o unas casas señoriales hoy decadentes como las de Beyoğlu, que serían las que se encontraran aquellos que descendían del Orient Express y que esa nostalgia es la que nos describe Orhan (Algodón) Pamuk y acabaría metiendo una cita de alguno de sus libros o de las películas de (Victoria) Fatih Akin y quedaba como todo un intelectual...

Alberto hecho todo un guiri en Dolmabahçe.

Pero me temo que no, que han sido otras cosas las que han llamado mi atención estos días como los niños vestidos de pequeños sultanes con turbante y un bastoncillo que no hemos dejado de ver (ignoro si son niños que van a ser festivamente circuncidados por sus familias pero aunque así fuera, a los turistas japoneses les encantaba fotografiarlos), la sobrepresencia de pepinos turcos tanto en los desayunos de los bares de Cihangir como en la noche estambulina (entiéndase, a la puerta de los bares había jóvenes y no tan jóvenes turcos mostachudos degustando pepinos que los vendedores ambulantes llevaban en sus carros y que competían con los panecillos que a mí me encantaron o el arroz o los pescado “fresco” del puente de Gálata), el arte de decir pardon a la turca para abrirse paso en el tranvía o en las colas (aunque en una conocimos a un votante griego del partido de ultraderecha Amanecer Dorado), el infierno de los seguidores del Galatasaray en Taksim y alrededores tras ganar la liga turca o ir montado en un taxi con música tecno-tradicional turca mientras mentalmente olvidas cualquier regla recogida en el Código de Circulación porque en Estambul uno conduce como quiere (y sorprendentemente no he visto ningún accidente ni atropello en estos días). Y otras muchas cosas

En el tranvía, llegando a Tünel.

No me convence mucho la explicación de que Estambul es un puente entre Oriente y Occidente: es una ciudad enorme, donde a las 2 de la mañana hay atascos y no deja de haber gente y gente trabajando, vendiendo o simplemente paseando por İstiklal. Una vitalidad que a veces maravilla pero que en otras ocasiones puede resultar agobiante. La vitalidad, en suma, de un país y de una economía emergentes, que nos invita a cuestionar qué son Europa y la UE y hacia dónde queremos ir. Y que seguramente es el modelo para los países que vivieron su “primavera árabe”.

Y junto a las obligadas visitas turisticas a Santa Sofía o Topkapı o al hammam, el paseo en barco por el Bósforo y por el Cuerno de Oro, he tenido la suerte de tener como guías a Álvaro y Andrea (que se defiende a la perfección en turco y que me ha permitido descubrir la delgada línea entre la aparente singana de muchos turcos y su hospitalidad y simpatía) y conocer un poco mejor la ciudad y su caos (¿ordenado?), sin olvidar las maravillosas vistas desde su apartamento y su barrio modernete y encantador. 

Alberto y Andrea de espaldas a la Mezquita Azul.

También hemos pedido sin éxito la nacionalidad sueca ante las cámaras de seguridad del Consulado, hemos comprobado los aromas de las alfombras de las mezquitas, hemos bebido rakı con los compañeros de clase de turco en un un antro al que se subía por las escaleras de una casa y hemos tenido extraños encuentros que han dejado boquiabiertos a más de uno. Y eso que he sido un desastre de invitado, que no se había mirado más que por encima la Lonely Planet, incapaz de hacer fotografías en condiciones y que siempre decía que hiciéramos “lo que queráis”. Teşekkurler arkadaşlar!"


De risas en el teleférico.

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